Las palabras son espíritu y son vida, especialmente cuando la expresamos con fe. Generalmente, los nuevos creyentes rehúsan en confesar su fe públicamente; y algunos alegan que confesar con su boca no es tan importante como mostrar con sus obras su fe. Y en cierta manera es razonable que las palabras resultan huecas y vacías si no hay un testimonio que las respalden. Sin embargo, una nueva vida sin la correspondiente declaración, no deja de ser un cambio aparente, dudoso y falta de convicción y fe.
Confesar a Cristo no es simplemente declarar un nombre, sino creer en Él. Por tanto, es una acción que brota de un corazón arrepentido, que expresa con sus labios, abiertamente y con libertad, la convicción de que Jesucristo es el Señor y salvador de su vida. Confesar a Cristo, por tanto, es un acto de fe, ya que hay quienes se avergüenzan de hacerlo, porque aman más la opinión de los hombres que la gloria de Dios, ignorando que de esa confesión dependen sus vidas. Nombrar su nombre no es sencillamente enunciarlo, sino recibir vida, anunciar salvación. Hay una promesa en ese nombre, no solo para quien lo invoca, sino también para todos los suyos.
Es interesante que la palabra hebrea yadah (confesar), también se traduzca como “alabar” pues uno de sus significados coincide con el vocablo hebreo, halal de la cual proviene la palabra aleluya. Aparentemente, estas dos cosas parecería que no tienen ilación, pero cuando lo enfocamos en Dios, cobra sentido y vemos que sí tiene relación, si pensamos en la adoración a Dios. En esa acepción, que se refiere directamente al nombre de Jehová, cuando al experimentar su perdón brota una expresión espontánea de nuestro interior en la que confesamos nuestra pecaminosidad y el agradecimiento por la misericordia recibida en su salvación. La alabanza entonces viene como resultado de esa adoración que sentimos en nuestro corazón por nuestro Señor Jesús.
En el Nuevo Testamento la palabra confesar es jomologeo que se traduce como “declarar”, “profesar” “estar de acuerdo”, “hablar la misma cosa” (jomo mismo; lego hablar). Es como si públicamente afirmásemos nuestra adoración a Dios. De hecho, confesar el nombre de nuestro Señor Jesús es confirmar, admitir nuestra fe en Él. En un mundo donde se niega a Dios y se desprecia la adoración a su nombre, la confesión de fe toma una trascendencia enorme para nosotros como creyentes y testigos de lo que hemos visto, oído y vivido tocante al Verbo de Vida, Jesucristo, el Hijo de Dios. Cuando confesamos su nombre estamos confirmando el triunfo de su muerte y su gloriosa resurrección. Ser cristiano, por tanto, es ser testigo de lo que Dios ha dicho y ha hecho en el Hijo; es ser un embajador de las buenas nuevas de salvación. Por eso, nos es necesario hablar, predicar, hablar lo mismo y confesar su nombre delante de los hombres.
Lucas 12:8-9
“Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
Hechos 4:11-12
“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
Hechos 8:36-37
“Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Hechos 16:30-31
“… y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Romanos 10:12-13
“Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.
Romanos 10:9-10
“… que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo”
Filipenses 2:9-11
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
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