…ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Romanos 8:6

En esta sección, en que presentamos al hombre espiritual frente a las demandas de la vida o el diario vivir, hemos querido reproducir una ministración profética que el Señor dio a nuestra congregación a través de mi boca, la cual transcribimos fielmente. Aunque este mensaje fue dado para nosotros en una ocasión especial, nos ha parecido bien, por el Espíritu Santo, compartirlo con todo el pueblo de Dios, porque su contenido está de acuerdo con este tema, y está dicho con un impartición e inspiración del Espíritu, que estoy seguro ha de llegar al corazón de todos los lectores de una manera efectiva. El mismo, lo reproducimos a continuación.

Levantemos un clamor al Dios que examina nuestros corazones y ve nuestra necesidad; al Dios que oye nuestras plegarias; al Dios que constantemente está en este lugar mirando y escuchando las súplicas de su pueblo. Cuando los intercesores claman todas esas horas, aunque sea uno el que esté clamando (aparentemente solo), sabemos que los ángeles de Dios están acampando alrededor, y el Espíritu Santo guarda esas oraciones y las lleva al Padre. Ese Dios no dejará avergonzado a un pueblo humillado en su presencia. A un pueblo que le quiere agradar; a un pueblo que si yerra, lo hace en ignorancia, pero con mucho temor reverente. Conoce el Señor los corazones y sabe cuándo se le quiere agradar.

Bienaventurado el pueblo que se sabe humillar delante de Dios. Bienaventurado el pueblo en quien no hay soberbia, ni altivez, que sabe buscar su rostro, que sabe obedecerle. Dios quiere, iglesia, que seas ese pueblo, el pueblo que siempre busca su rostro. Él tiene misericordia, mira nuestra turbación y nuestras necesidades. El Señor sabe lo que nos conviene. Él es nuestro Padre, y no nos deja en nuestros extravíos. Él tiene misericordia y levanta; tiene misericordia y habla; tiene misericordia y visita; tiene misericordia y ministra. Él instruye a su pueblo. Ese es nuestro Dios.

No nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo vamos a cosechar, si no desmayamos (Gálatas 6:9). No entreguemos nuestros corazones al desánimo ni al desaliento. Hay muchas cosas en tu relación y caminar con Dios que no las entiendes, pero no se turbe tu corazón, siempre dale un voto de confianza a tu Dios, y dile:

«Señor, no entiendo nada de lo que está pasando. Cuando trato de explicarlo hasta puede contradecir mi fe, pero sé que vives; sé que estás en los cielos y nada de lo que sucede lo ignoras. Tus ojos ven, tus párpados examinan a los hijos de los hombres y el mal no prevalecerá para siempre. No lo entiendo todo, te confieso que muchas veces mi corazón se turba. Hay muchas cosas que has dicho acerca de mí que no se cumplen, y las cosas que vivo parecen contrarias a las palabras que salieron de tu boca, y al ver eso mi corazón se turba. El enemigo quiere insinuarme dudas, pero no te voy a cuestionar más. Voy a seguir caminando. Yo creo que eres Dios y sabes todas las cosas. Tú no puedes ser vencido de lo malo y tu Palabra es la verdad. Sé y creo que tu propósito es eterno y no hay quien lo altere. Dame la paciencia para esperar hasta que las cosas se cumplan. Que no te exija yo que mis ojos vean; que no te demande que mis oídos oigan; pues el justo vivirá por la fe. Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que a Dios se allega crea que le hay y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe alcanzaron gran testimonio los antiguos, y la fe agrada el corazón del Padre. Por la fe andamos y no por la vista. Enséñame a creer. Aumenta mi fe. Ayúdame a actuar aunque no entienda nada;   ayúdame a obedecer aunque no vea nada. Entonces será grande mi galardón en el cielo. Sé que un día mis ojos se abrirán y todas las cosas estarán expuestas y manifiestas delante de los que te han creído». 

Un día verás a tu Señor. Un día verás a Dios en la tierra de los vivientes. Un día experimentarás que su Palabra es la verdad. Extiéndele hoy la mano a tu Padre, y deja que te guíe. Dios cuida de ti y de los tuyos. Él cuida de tu familia, de tu casa, de tus hijos, como lo ha dicho hoy y lo continuará diciendo. Óyelo bien y entiéndelo iglesia: Dios tiene cuidado de nosotros. Espera en Dios porque aún tú has de alabarle. Alábale. Hay bienaventuranza en caminar sin ver. El corazón del Padre se goza cuando nuestra fe es incondicional, cuando nuestra fe no necesita de evidencias, ese es el gran galardón. Alaba a tu Dios.

Consuélese tu corazón en Dios; sean firmes tus pasos; y tu mirada fija en el Invisible, en aquel que nunca ha fallado ni puede fallar. Los impíos irán de mal en peor, engañando y siendo engañados, pero tarde o temprano, la verdad triunfará. Y los que son de la verdad, como los que enseñan la justicia al pueblo, brillarán como el firmamento con todo su esplendor. Gózate en Jehová tu Dios. Aliéntese en él siempre tu corazón. Sigue creciendo y haciendo la obra que el Señor te ha encomendado. No tomes partido, ni te detengas. Tampoco pongas tus ojos en el abismo, sino marcha.

Andad, te dice Dios, caminad, sigue el camino… pues lo que ahora te turba, mañana será causa de celebración. Verás a tus enemigos a tus pies. Todas aquellas cosas que aparentemente te vencieron y te acondicionaron, incluyendo personas, circunstancias y debilidades, un día estarán debajo de tus pies, si perseveras. El Señor dice: «Permaneced en mí, y mi Palabra permanecerá en vosotros. Pidan lo que quieran y vuestro gozo será cumplido. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto y que seáis así mis discípulos» (Juan 15:8).

Alabemos a Dios. Entreguemos a él nuestros corazones. Pongamos en él nuestras frustraciones, nuestras luchas, adversidades y perturbaciones. Depositemos todo en él. Descansemos en el Señor. Dios está muy interesado iglesia, en que tú reposes. Él te habló siempre de reposo, y te habla de reposo. Él puso el séptimo día como una tipología del eterno reposo. Como dice el libro de Hebreos: «Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día» (4:4). Y dice más adelante: «Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas» (4:8-10). Procuremos entrar en aquel reposo. Óyelo bien iglesia, Dios te dice: Procuremos entrar en aquel reposo, que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia, porque «…la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12). Procuremos dice Dios, entrar en ese reposo.

Nota que Israel no entró en el reposo cuando estuvo en el desierto, aun yendo de la mano del Señor (Jeremías 31:31), por su desobediencia e incredulidad. Mas tú, no andes en incredulidad, sino en reposo. Procuremos entrar en el reposo de la fe. Ya el reposo no son horas que se guardan; Dios mostró que el reposo es una persona. El Señor dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Que es como decir: «Poned sus yugos sobre mí, todas sus cargas y ansiedades, pues yo tengo cuidado de vosotros». Entra en el reposo, Dios no te quiere afanado ni tenso. Ni aun en lo espiritual con todas sus demandas. Dios quiere que tú vivas la vida eterna, la vida del Padre, reposada, tranquila, que tiene control de todas las cosas, que no se afana por nada. El Señor lo dijo: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7). «Dad gracias a Dios en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses  5:18).

No os afanéis, ni os preocupéis por el día de mañana qué habéis de comer o qué habéis de beber, porque vuestro Padre celestial sabe de las cosas que son necesarias para la vida (Lucas 12:29-30). Mirad los lirios del campo, ellos no trabajan ni hilan, sin embargo, vuestro Padre los viste, y ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos (Lucas 12:27-28). ¿No valéis vosotros más que ellos?, dice el Señor. Mirad las aves del cielo, ellas no trabajan ni recogen ni reservan, pero vuestro Padre las alimenta (Lucas 12:24), ¿no valéis vosotros mucho más que ellas?

Es la voluntad de Dios que no andemos en afanes ni siquiera con cargas espirituales, pues todas las cosas ya están hechas. Ni tampoco habrá alguna cosa que no sea hecha, todas serán realizadas. A su debido tiempo todo se hará, dice el Señor. Sé diligente en todas las cosas, pero sin afán, sin ansiedad, tranquilo. Mira al Hijo, él tenía control sobre todas las cosas, y no andaba corriendo apresurado, ni ansioso, ni nervioso. No temía al diablo ni a los demonios. Él sabía que su poder era superior al mismo infierno, por eso reposaba en la tormenta y caminaba sobre ella. Y Dios quiere darnos esa misma vida, la del Hijo.

Ustedes viven en una ciudad que se bebe a sus moradores. Donde los hombres corren de aquí para allá y son como máquinas, cuyo único objetivo es trabajar. Le llaman «la capital del dinero» y «la capital del mundo». Por eso el Dios del cielo quiere verte en paz, que no te dejes afectar por lo que pasa a tu alrededor. Él te quiere en tranquilidad, en sosiego, en calma. Miren a los hombres ricos cómo se afanan en sus riquezas, y tratan de cuidarlas y de aumentarlas. Estos se mueren de ansiedad y no pueden disfrutar lo que tienen por temor de perderlo. Son poseedores de mansiones, y quizás (una o dos veces al año) pueden disfrutarlas por un día o dos a lo más, y con el teléfono móvil (celular) en la mano. Están constantemente nerviosos y tensos, esperando no perderlo todo en la bolsa de valores o que su proyecto vaya a fracasar. Los pensamientos de sus mentes, y los anhelos de sus corazones, están dedicados exclusivamente al negocio y a sus posesiones. Nunca pueden reposar, porque su dios se llama riqueza, y tiene su pie sobre su  cabeza.

Miren a los famosos de la tierra. Ellos son aplaudidos, están todos los días en los medios masivos de comunicación; se les halaga, se les imita; sus gustos y conductas son los que dictan la tendencia de la moda a la sociedad. Pero al final de cuentas, aun teniéndolo «todo» (fama, fortuna y poder) nunca pueden disfrutar de nada. La fama es como una droga, y sin el aplauso no pueden vivir. Miren sus vidas, inmersas en brujería. Fíjense que están metidos en santería y andan con collares en el cuello, con amuletos y cuarzos, porque tienen el temor de que la envidia los mate. Son dignos  de conmiseración.

Esa no es la vida que yo les he dado a ustedes hijitos míos. El mundo tiene que ver que tu vida es superior a la de ellos, vívela. Yo te invito —dice el Señor— a vivir la vida eterna. Yo te invito a vivirla, en tranquilidad, en paz. Mira el ejemplo de Abraham, él no tuvo que atravesarle el cuchillo a Isaac. Yo le ordené que no lo hiciera, pues sabía que me iba a obedecer. No tienes que demostrarme que eres fiel haciendo obras. Yo sé si lo eres o no. Sé, inclusive, como actuarías si te expusiera en diferentes circunstancias; a mí no tienes que demostrarme nada. Yo conozco tu corazón, y todas las cosas. Sé que quieres agradarme; trata de hacerlo siendo diligente en todas las cosas, haciendo lo mejor, pero hazlo en tranquilidad y en paz. Porque la fe no teme, la fe no anda nunca en ansiedad; y el amor todo lo puede, todo lo sufre, todo lo soporta. El amor no anda en sospecha ni dudando, tampoco anda en zozobra. El amor es tranquilo, el amor siempre cree todas las cosas.

Paz, mucha paz tienen todos los que aman mi ley, y no hay para ellos tropiezo (Salmos 119:165). Pero tú sabes que la ley es el seguir mis instrucciones, obedecer mi palabra, vivir mi paz. Levanto mi mano y una vez más te digo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la  doy  como el mundo  la  da.  No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo»  (Juan   14:27). Paz, paz, paz…

Ved como están las cosas. Mira la iglesia como está. Si ponen los ojos en la iglesia se van a desanimar. Yo los he enviado a las naciones y ustedes han visto la condición en que está mi pueblo. Es doloroso ver como mi pueblo me ha dejado a mí, fuente de agua viva, y se ha ido a los ritos, a las ceremonias, a la diplomacia, al culto a los hombres, a la cultura religiosa y a los espíritus que cautivaron a Judá (espíritu de Babilonia, de Grecia, de Roma, etc.), el humanismo, la falsamente llamada ciencia, los sistemas humanos, etc. Pueblo mío, no pongas los ojos en la iglesia, pon tus ojos en mí, te dice Dios. La iglesia es mía, yo cuido de ella. No están en la iglesia todos los que son, ni son todos los que están, pero yo tengo un remanente fiel, dice Dios. De entre todos los pueblos yo tengo un remanente fiel. El Señor conoce a los que son suyos. Yo haré la obra a su debido tiempo. Yo tengo control de todas las cosas.

Vivid en esperanza. Esperad de mí siempre lo mejor, por la fe anunciad las cosas que han de venir, como hicieron los patriarcas que las vieron de lejos y las saludaron. Y vivieron como peregrinos en la tierra prometida, esperando esas cosas. Vivan ustedes así, disfrutando de lo que yo anuncié, disfrutándolo como si lo estuvieran viviendo, porque la fe es la certeza de lo que está al frente, que ya hablé. La fe te da la capacidad de llamar las cosas que no son como si fueran, y vivir en ellas. De cierto os digo que la fe no es una ilusión, ni es un espejismo, ni una falsedad. Estudiad la historia y ved que mi palabra se ha cumplido. Y antes de que el cielo dé la hora, y mi Hijo descienda, ni una jota, ni una tilde perecerá de mi Palabra y todo se cumplirá.

Les anuncio algo: en la cruz del Calvario, cuando mi Hijo entregó su espíritu y cumplió su obra redentora, dijo con aire de victoria: Consumado es. Y ahora Jehová, el Dios de Israel te revela, iglesia, que llegará un día en que el Espíritu y la esposa (ese Espíritu Santo que vino a cuidar a la esposa del Cordero que es la iglesia), en pleno entendimiento, elevará al cielo su voz de triunfo y de victoria, que retumbará por todo el universo, haciendo temblar la misma bóveda celeste, cuando diga: Consumado es. Y el Espíritu Santo dirá: Consumado es. He terminado la obra que me diste que hiciese. Y cuando oiga —dice el Padre— al Espíritu Santo ponerle a la iglesia en su boca (en plena satisfacción y en convicción de que la obra está terminada), la frase: «Consumado es», enviaré desde el cielo a mi Hijo, y será el fin de todas las cosas. Yo cumpliré mi palabra dice Dios, la cumpliré.

Una vez habló Jehová, y dos veces he oído esto: En Dios está el poder (Salmos 62:11); en Dios está el control de todas las cosas (Job 12:16). Dios quiere una iglesia confiada; una iglesia en reposo; una iglesia segura que avance; una iglesia que no se deje afectar por el mundo. Una iglesia que no tema a los demonios, una iglesia que no tema a las enfermedades, ni tema al futuro, ni tema a las malas noticias. Dios impartió a la iglesia un espíritu de paz, un espíritu de reposo, un espíritu de tranquilidad. Eso no significa que no te esfuerces, eso no significa que no seas diligente. Nadie fue más diligente que Jesús, nadie fue más responsable que él, pero siempre estaba en reposo. Se levantaba de la tormenta y decía: «¿Por qué están tan turbados? (Lucas 24:38) ¿Por qué están tristes? (Lucas 24:17) ¿Por qué se afanan? (Lucas 12:26) ¿Dónde está vuestra fe? (Lucas 8:25)».

Amado, deja que el Señor te dé la paz. Permite que el Señor ministre directamente a tu vida. Eso que te quita el sueño hoy,  mañana no será, entonces dirás: «Si lo hubiese sabido no hubiera pasado una noche sin dormir». La fe vive el mañana en el hoy, por eso descansa hoy, para celebrar mañana. Y Dios quiere darte ese reposo y esa vida. Ese es el testimonio de vuestra fe, el mundo tiene que verlo. Los hombres se están yendo a los yogas, a la meditación, a la llamada nueva era, están yendo a muchísimas cosas buscando un escape para meditar y librarse del estrés y de lo que les agobia. Y digo yo —dice el Señor— ¿no le he dado a mi pueblo la paz, para que le enseñe al mundo lo que es la paz? ¿Por qué los hombres tienen que ir a los demonios a buscar tranquilidad, cuando en la iglesia he depositado mi paz? ¿Por qué no vienen a ustedes?, os pregunto, dice el Señor. ¿Por qué no vienen a ustedes, iglesia? ¿Por qué se van a los budistas a buscar meditación, yoga y cuántas cosas más? ¿Qué está pasando mi iglesia?, dice Dios. ¿Dónde está vuestra paz? ¿Dónde está vuestro solaz?

Existen muchas expectativas en la iglesia. Hay quienes mantienen a los hombres en una expectación, anunciando milagros, diciendo: «Vengan aquí a ver los milagros». Lo he visto en muchas puertas de iglesias, letreros que rezan: «Entre aquí para que Dios les resuelva el problema». Invitan a los hombres y llaman su atención con cultos ruidosos y mucha bulla, pero el mundo está cansado de lo mismo. El mundo quiere ver que eres victorioso, no porque lo dices, no porque reprendes y hablas duro, sino porque  frente a la adversidad te ven tranquilo, sosegado, confiado.

¡Basta ya de tantas reprensiones a demonios!, y comiencen a vivir en tranquilidad, porque no hay nada que turbe más a los demonios que una vida que descansa en Dios. La Palabra dice: «… resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7), y al diablo se le resiste firme en la fe (1 Pedro 5:8), en tranquilidad, en paz. La Biblia dice que no te dejes mover ni por espíritu, ni por carta, ni por palabras (2 Tesalonicenses 2:2), sino que permitas que Dios te ministre paz, tranquilidad y sosiego. El Señor te ha dado una nueva naturaleza, mediante la cual tú puedes vivir una vida victoriosa aquí en la tierra. No en deleites temporales, sino en las cosas que permanecen.

Deja que el Espíritu te dé la paz que Dios quiere ministrarte a ti y a tu familia. El Espíritu de Jehová el Señor dice: Te traje aquí, para hacer un pacto contigo. Y traje a tus niños, porque quiero reconciliación, perdón y armonía en el hogar. He estado ministrando estos días al hogar, porque quiero que en este se viva mi vida eterna, mi paz, mi tranquilidad, mi fe, mi esperanza. El mundo tiene que ver que tú no estás atado con problemas económicos. Yo quiero que seas un buen mayordomo, que no gastes más de lo que ganas. No quiero que estés atado a tarjetas de crédito; llenando tu casa de cosas que no puedes comprar, para pasar años en esclavitud económica, pagando altos intereses, haciéndote esclavo de los acreedores, cuando yo te he llamado a libertad (Gálatas 5:13). Yo quiero un pueblo libre de deudas, un pueblo que sepa administrar lo que tiene, porque vale más lo poco del justo, que las muchas riquezas de los impíos (Salmos 37:16).

Paz, dice Dios, paz. Ustedes mismos se han dejado provocar y se han metido en esa cultura económica del hombre de hoy, de ese espíritu de deuda. No se dejen engañar mi pueblo, el día de las madres, el día del padre, el día del niño, lo han inventado los comerciantes para hacerlos contraer deudas. Todos los días debe de ser para ustedes el día de la madre. Todos los días debe ser el día del padre, todos los días debe ser el día del hijo. No tiene que ser navidad para darle un regalo. ¡Ámale siempre, ámale siempre! No te dejes arrastrar, porque hay engaño detrás de todas estas cosas.

Tú eres un pueblo entendido, te dice Dios. Tú fuiste llamado para dirigir las naciones, no para que las naciones te dirijan a ti. No te dejes arrastrar por la cultura del mundo. Yo te invito a que mires a los hombres. Mira la tecnología, mira los logros humanos, mira los tantos avances. Y nota que el hombre de hoy es más infeliz que el hombre de ayer, y el de mañana será más infeliz que el de hoy. El hombre moderno está en un punto sin retorno. Está destruyendo las aguas, y no sabe qué hacer, porque parar la contaminación del agua significa parar las industrias. Y detener las industrias significa parar de vivir en el ritmo y al nivel de vida que viven. La gasolina contamina los aires, pero hay grandes poderes económicos que hacen que la gasolina se siga usando, porque parar las gasolineras significa destruir el mundo económico, un colapso financiero mundial. El hombre moderno está en un punto sin retorno, va hacia la destrucción. Lo reconoce y no sabe cómo evitarlo. No está dispuesto a volver a vivir una vida primitiva, porque ya entró en el mundo de la tecnología que es su orgullo, y esto mismo que ha inventado, mañana será su destrucción.

Mas tú eres un pueblo entendido. Tú no puedes salir del mundo, pero tampoco participar de sus cosas, por eso tienes que seleccionar muy bien aquellas en las que participarás. Aplica la prudencia y la sabiduría para usar los adelantos del hombre, sin hacerte esclavo de ellos. Sé sabio mi pueblo, sé sabio. Tienes espíritu de sabiduría mi pueblo, no te dejes engañar. Hay cosas que son espejismos, que parecen muy lindas, pero con ellas cambias la felicidad por la vanidad, y la dicha por la apariencia. Sé sabio mi pueblo, sé sabio. Tienes la sabiduría que no es de este siglo, úsala, úsala. Sean sabios, no sean esclavos de los hombres. No se esclavicen con deudas, por apariencia y vanidad. No caigan en competencias. No quieran tener lo que tiene el vecino. No sea tu sueño el de los hombres, sino el mío.

Dios tiene un propósito. Yo soy el Dios todopoderoso que los bendice hoy. El Dios que los ha bendecido con toda bendición espiritual. Yo velo por vuestras necesidades. No cambien la paz por la comodidad o por la aparente comodidad. Vale más la paz, la felicidad familiar, los verdaderos valores de mi reino y el orden, que cualquier disfrute que puede darles el dinero, el lujo y las comodidades temporales. No se dejen impresionar por anuncios. Sean sabios y selectivos. Yo quiero libertar a este mundo, pero quiero comenzar con ustedes. Un pueblo esclavizado no puede liberar a nadie. Echa mano a este principio: eres esclavo de aquel a quien obedeces (Romanos 6:16). Óyelo bien mi pueblo, tú eres esclavo de aquel a quien obedeces. Si obedeces al deseo de comprar, eres un esclavo del endeudamiento. Si obedeces a la vanidad, eres un esclavo de la presunción. Si obedeces a comprar todo lo que se te antoje, eres esclavo de la codicia. Espera a tener las cosas, a que yo te las dé, para luego disfrutarlas. No se llene tu corazón de ansiedad por tener cosas y codiciar aquello que al final, no es el todo del hombre.

¿De qué le vale al hombre conquistar el mundo entero si perdiere su alma? (Mateo 16:26). Acuérdate que dejé un libro completo, de los sesenta y seis de las Escrituras, llamado Eclesiastés. Y le di a Salomón todas las cosas, y él enseñó la decepción del hombre que lo ha probado todo y que sin embargo se siente vacío. El hombre que fue a la sabiduría y la inquirió e indagó, y se llenó de ella, y al final dijo: El mucho saber es aflicción de espíritu (Eclesiastés 1:18). Salomón fue un hombre que vivió el placer y dice que no le negó nada a sus ojos, ni a sus oídos, ni a su corazón, pero al final, al describir todas las cosas de las cuales se hastió, dijo: «El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es EL TODO del hombre» (Eclesiastés 12:13). Vanidad de vanidades, comienza el libro diciendo: «Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad» (Eclesiastés 1:2). Y termina diciendo que el fin de todo discurso oído es este, esta es mi conclusión: teme a dios y guarda sus mandamientos, porque ese es el todo del  hombre.

Vuelve a la vida sencilla, mi pueblo. Yo soy el Dios sencillo. Yo habito en la sencillez de corazón. Vuelvan al fruto del Espíritu, la sencillez, la paz, la tranquilidad. No se dejen mover fácil, por ninguna presión o competencia, ni comercial, ni social, ni de ninguna índole. Tengan dominio de todas las cosas. Sean fuertes frente a las circunstancias, sean fuertes frente a las presiones sociales. No tomen camino por presión o necesidad; tomen decisiones basadas en principios, en mis principios. Así instruyo a mi pueblo en este día. Por eso traje a tus hijos. Yo soy el Dios que los liberta. Ustedes caen a veces en esclavitudes, pero yo los liberto hoy, dice tu Dios, yo los liberto hoy.

Voy a enseñarles un principio: La mejor manera de salir de un  agujero es estar tranquilo. El que está en un hoyo y se desasosiega se hunde más, y nunca encuentra la forma de salir. No le temas al miedo porque caerás en lazo. Estad quietos y conoced que yo soy Dios (Salmos 46:10). Os digo esto, la mayoría de vuestros problemas se resuelven estando tranquilos. Os repito el principio sencillo, que tan sencillo es que parece simplista y por eso se rechaza: la mayoría de vuestros problemas se resuelven estando tranquilos. Vuestro problema es que no sabéis bregar con el problema. Vuestro problema es que os lanzáis hacia el problema y con vuestra preocupación atraen sobre ustedes más problemas.

Estad quietos. No os dejéis provocar por las circunstancias. Nada les  va a pasar. La mayoría de las cosas que ustedes temen nunca les ocurrirán ni nunca les han pasado. ¿Por qué temen, si yo velo por vuestro sueño? Paz, paz. Vete a la cama diciendo: «En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado» (Salmos 4:8). Levántate por la mañana diciendo: «Gracias Padre, porque dulce para ti es el sueño del trabajador, y aquí estoy delante de ti para comenzar un nuevo día. No quiero hacer las cosas que las circunstancias me obliguen a hacer, ni andaré corriendo desesperadamente tratando de resolver problemas. Quiero hacer hoy lo que tú quieres que yo haga. Asígname hoy la labor de este día, para no hacer más de lo que tengo que hacer, ni menos de lo que es mi asignación. Enséñame Dios a vivir en tu voluntad».

Tienes que aprender a vivir en un siglo malo y perverso, donde el hombre mismo se ha metido en un punto sin retorno y no sabe cómo volver a la tranquilidad. Se afana por tener, aun teniéndolo todo, y al final de sus días vive en estrés, en ansiedad. Se mueren de ataques al corazón; los lugares de psiquiatría están llenos, los hospitales están repletos también. Millones de neuróticos caen cada año en las camas de los hospitales. El hombre tiene mucho, pero se afana en tener más; tiene comodidades y muchas cosas y está cambiando el vivir mismo por cosas que no valen la pena. Pero yo los he hecho un pueblo sabio y entendido, para que sepan vivir en este mundo.

Amado, deja que el Señor te infunda su paz. Deja que te dé la tranquilidad. Pídeselo a Dios en este momento, ahí donde estás, dile: «Señor, yo quiero la vida de Cristo. Quiero no solamente la santidad de Jesús, quiero la paz de Jesús. Padre, Dios mío, en el nombre del Señor Jesús, derriba los tronos humanos, toca los corazones de los líderes de tu pueblo para que abran el corazón a tu Palabra y a ti. Tú dijiste: «La paz os dejo, mi paz os doy…» (Juan 14:27), es mía la paz, tú me la diste. Yo la quiero vivir. Yo no quiero decir shalom con palabras, cuando en realidad no tengo paz. Yo quiero tener paz, porque la vida eterna que tú me diste es paz en sí misma, porque tú eres la paz».

Dile a Dios que te ministre esa paz. Pon tu mano en tu corazón y pídele a Dios esa paz. Pídesela para tus hijos, ellos van a pasar de grado en la escuela, y llegarán donde Dios quiere que lleguen. Ayúdalos, enséñales, disciplínalos, pero no los presiones ni los maltrates. No comiences a dañarlos desde el principio de sus vidas, enseñándoles con las presiones sociales. Enséñales a ser responsables, a ser diligentes, pero en paz. No cayendo en el estoicismo, ni cayendo en el conformismo. Si la paz que tú recibes es la paz del Espíritu, no tengas temor a nada, porque es verdadera paz. Paz que no lleva a ningún extremo, sino que lleva a Dios, y lleva a tranquilidad de espíritu. Paz que logra que se haga todo lo que Dios dice, pero sin afán, en tranquilidad, en fe. Esa es la vida de Dios, la vida según el Espíritu frente a las demandas del diario vivir. ¡Paz, cuán dulce paz es la que el Padre nos da!

Fragmento del libro La Vida en el Espíritu del pastor Juan Radhamés Fernández .

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